lunes, 29 de abril de 2013

El primer viaje

Después de todo lo anterior, llegó la etapa de hacer el primer viaje feliz a cualquier lugar de Europa con Dani y Ago. El elegido fue París. Y los pasajes de avión salieron muy baratos gracias a Ryanair, las micros con alas.

Como había que sacar los pasajes varias semanas antes, la espera se hizo eterna. Pero llegó la fecha (Octubre), y salimos camino al aeropuerto a primera hora en la mañana, todavía sin saber dónde dormiríamos en París, y sin saber hablar francés. Llegamos allá, a la aventura. Buscamos un lugar con internet para contactar al primo de Dani que nos podía alojar pero no teníamos su dirección ni teléfono. Y gracias a Facebook pudimos conseguir sus datos y ya no tendríamos que dormir en la calle o en algún hospital en un país desconocido.

Como era muy temprano, nos dedicamos a recorrer la ciudad con verdadera actitud de turista: cámara cara al cuello y maleta con ruedas. Sacándole fotos a todo y todos.

Cuando nos perdimos mientras mirábamos una feria en la calle, preguntamos en inglés por una dirección. La persona resultó ser chilena. Nos ayudó, nos prestó su teléfono, y nos hizo un descuento en lo que vendía.

Después de casi morir intentando cruzar la calle hacia el Arco del Triunfo, descubrimos que se pasaba por el túnel del metro.


Fuimos a la Torre Eiffel, de día y de noche. Aunque nuestro presupuesto de estudiante no nos dejó subir. Pero siempre pienso que será para la próxima.



Lo que si era obligación hacer era entrar al Louvre. Aunque ver a la Mona Lisa así no me gustó mucho. Pero por lo demás estuvo bien, sin contar que me perdí por 2 horas adentro.


Otros lugares a los que tenía que ir eran Moulin Rouge (que de noche es maravilloso con todas las luces, pero de día no es recomendable ir) y Notre Dame (que lo mejor que tiene es el puente que hay detrás de la iglesia, con todos esos candados del amor y la amistad).


En el barrio Montmartre también estaba la Iglesia Sacre Coeur, con su cúpula blanca sobre una gran colina verde. Además había una estatua al estilo Han Solo atrapado en la placa de carbonita. También había un Pantheon gigante (parecido al Partenón de Grecia), donde encontramos unos chilenos, y también donde teníamos tanto frío que nos quedamos un rato en la ventilación del metro que parecía una estufa en la calle.

Algo que me habría gustado visitar son las Catacumbas, la red de túneles antiguos debajo de París. Pero para mi mala suerte el día que fui estaba cerrado para el público (Lunes).



 Mientras salía del Louvre descubrí que Dan Brown tenía razón con el Código da Vinci

Y algo que no podía falta en nuestra visita a Francia fue comer pan francés, recién horneado en una cafetería donde la dueña te atendía casi cantando Booooonjouuuur.

Además de salir en la noche a un bar, algo infaltable.

   

    

    

jueves, 25 de abril de 2013

Diversión para pasar las penas.

Después de todo el período de adaptación: acostumbrarse al nuevo ambiente, nuevo tipo de moneda, nueva manera de hablar de la gente... viene la diversión.

Con esto de ser estudiante de intercambio vienen muchas posibilidades de conocer gente, sobre todo otros estudiantes extranjeros. Hay varias asociaciones llamadas de "Erasmus" (así se llama a los de intercambio en Europa), que ofrecen fiestas botellones, en la calle o donde sea, además de ofertas en clubes y bares.

Así es como conocí a casi todos los italianos en Valencia, y gente de todos los países menos de España (excepto por Mar, la valenciana). A cada botellón iban casi siempre las mismas personas, y varias de ellas se convirtieron en mis amigos: italianos, franceses, griegos, checos, polacos, portugueses, finlandeses.





Lo bueno de conocer tantos extranjeros, es que se crea una nueva familia, porque todos están lejos de sus casas. Algunos de mis amigos, con los que más tiempo pasé son Pasquale (el protagonista), Kapok, Alberto y Fortunato, los italianos. También está Alan y Hulin, los checos (no se llama Hulin en la vida real pero es un nombre que no puedo escribir ni pronunciar); Lauri, Lari y Samu, los finlandeses; André, el portugués. Además se aprenden cosas nuevas de tantos países que de otra manera, aprenderlas habría sido imposible, incluyendo el idioma (o en su defecto frases o palabras sueltas).

Volviendo a las asociaciones Erasmus, éstas ofrecen muchas ofertas de viajes a otras ciudades o a museos y atracciones mucho más baratos, por tener convenios y descuentos a estudiantes. Así es como pude conocer Alicante y casi fui al el Oceanographic, el acuario más grande de Europa.