Desde hacía varios meses que estaba pensando en postular a un intercambio por la universidad hacia un país cualquiera, lo importante era salir a conocer el mundo. Pero por supuesto, las cosas no estaban saliendo como deberían, y adonde yo quería ir (Inglaterra) mi carrera no tenía el "convenio". Decidí elegir Italia porque un compañero estaba allá y sería más fácil que me aceptaran. Pero otra vez la burocracia internacional no me lo permitió. Al final terminé viajando al país que menos me gustaba: España.
Los meses de preparación mental no fueron fáciles
Llegó septiembre y la fecha de mi partida. Estando en el aeropuerto con todos los que quería, me dio un ataque de pánico y no me quería ir. Pero al final decidí volar y callar a todos los que no creyeron en mí
Las 14 horas de vuelo hacia Valencia no me hicieron sentir mejor, y hasta me desmayé en el avión. Mi compañera de asiento me calmó, diciéndome que ella se iba por 2 años y yo por sólo 6 meses. Un pequeño alivio.
Llegar a un país extraño y sin conocer a nadie hace que todo parezca más grande y complicado de lo real. Pero tuve que acostumbrarme y en esas semanas que pasé sola en un hotel tuve que salir adelante, no podía volver a mi casa así como así. No había atravesado un océano para sentirme mal. Y como dijo Ian Malcolm de Jurassic Park: "la vida se abre camino".
Así que tomé todas mis fuerzas y salí a conocer la ciudad, a matricularme en la universidad y a seguir avanzando, pero ya no estaba sola: una compañera de carrera, Dani, también estaba en la ciudad y en la misma situación que yo, y nos volvimos "inseparables", tanto que cuando llegó fin de mes nos cambiamos a vivir juntas (aunque tuvimos que compartir el departamento con otros dos estudiantes
De derecha a izquierda: Agos, Dani y yo. |
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